Post-it de pintura: Julio César Belmont
Por Mariana Rey ( @mmarianarey ) mayo 7, 2014

Cultura Colectiva

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“La belleza de las cosas existe en el espíritu de quien las contempla”

- David Hume


 
Julio César Belmont se descubrió pintor cuando le perdió el pánico al óleo de la mano del maestro Márquez. Tenía 25 años cuando éste le puso frente a sí un lienzo, carbones, pinceles, solventes y óleo, diciéndole que no había conocido a ningún cabeza dura que se negara tanto a sí mismo.

Tras largos años dedicados al dibujo y visitas a museos por cuestiones académicas y familiares, fue en la adolescencia cuando Rubens, con su versión de “los dos sátiros” expuesta por primera vez en el Museo Nacional de San Carlos, le otorgó la pista definitiva de que la pintura podía ser el complemento ideal del dibujo.




Durante esta edad temprana se dedicó a conocer con base en las experiencias de gente que había estado en talleres o que iniciaba la carrera en Artes, sin embargo, sólo escuchó quejas y su miedo a pintar se hizo evidente al rechazar la idea de ingresar a algún taller.

Luego de su breve paso por la carrera de arquitectura conoció al maestro Márquez, contemporáneo de Toledo, y se sumergió en una instrucción diaria durante seis días a la semana, por un año, de 7 a 11 horas aproximadamente; desde entonces su forma y estilo de vida se modelaron en la pintura.






De forma constante su inspiración se centra en las experiencias de vida con todo lo que implica: soñar, pensar, sentir, oír, ver objetos, leer, recordar, apreciar la música, ir al cine, comer, disfrutar y preservar las tradiciones, la memoria emocional, táctil, olfativa, audible y visual, todo esto se vuelve una proyección de la que emergen estas pinturas realizadas con óleo.

“A estas imágenes les han denominado “notas mentales”, cual si fuesen un post- it visual que de vez en vez logran abstraer sólo elementos básicos de una escena sobria, mas no emocional. Todo lo anterior forma parte de un universo personal que se expande continuamente al hacer conexión con las personas que encuentro en el camino, generando un todo como banco infinito de creación”
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“La belleza de las cosas existe en el espíritu de quien las contempla”
- David Hume
Julio César Belmont se descubrió pintor cuando le perdió el pánico al óleo de la mano del maestro Márquez. Tenía 25 años cuando éste le puso frente a sí un lienzo, carbones, pinceles, solventes y óleo, diciéndole que no había conocido a ningún cabeza dura que se negara tanto a sí mismo.
Tras largos años dedicados al dibujo y visitas a museos por cuestiones académicas y familiares, fue en la adolescencia cuando Rubens, con su versión de “los dos sátiros” expuesta por primera vez en el Museo Nacional de San Carlos, le otorgó la pista definitiva de que la pintura podía ser el complemento ideal del dibujo.
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“La belleza de las cosas existe en el espíritu de quien las contempla”
- David Hume
Julio César Belmont se descubrió pintor cuando le perdió el pánico al óleo de la mano del maestro Márquez. Tenía 25 años cuando éste le puso frente a sí un lienzo, carbones, pinceles, solventes y óleo, diciéndole que no había conocido a ningún cabeza dura que se negara tanto a sí mismo.
Tras largos años dedicados al dibujo y visitas a museos por cuestiones académicas y familiares, fue en la adolescencia cuando Rubens, con su versión de “los dos sátiros” expuesta por primera vez en el Museo Nacional de San Carlos, le otorgó la pista definitiva de que la pintura podía ser el complemento ideal del dibujo.
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“La belleza de las cosas existe en el espíritu de quien las contempla”
- David Hume
Julio César Belmont se descubrió pintor cuando le perdió el pánico al óleo de la mano del maestro Márquez. Tenía 25 años cuando éste le puso frente a sí un lienzo, carbones, pinceles, solventes y óleo, diciéndole que no había conocido a ningún cabeza dura que se negara tanto a sí mismo.
Tras largos años dedicados al dibujo y visitas a museos por cuestiones académicas y familiares, fue en la adolescencia cuando Rubens, con su versión de “los dos sátiros” expuesta por primera vez en el Museo Nacional de San Carlos, le otorgó la pista definitiva de que la pintura podía ser el complemento ideal del dibujo.
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